Desde que comenzó la pandemia, y ya incluso un poco antes, el contacto humano en el trabajo empezó a reducirse. Lo que antes era normal —reunirse con compañeros, clientes o colaboradores en una sala o en una cafetería…— pasó a hacerse por videollamada, desde casa, con la cámara encendida (o muchas veces apagada).
Esta transformación fue muy útil en su momento, porque ayudó a que las cosas no se detuviesen, pero también ha dejado consecuencias. Una de ellas es que el trato humano se ha ido enfriando. Las conversaciones rápidas, los saludos al entrar en una sala, los gestos que no se dicen con palabras… todo eso se ha perdido, en parte.
Ahora muchas empresas siguen funcionando 100 % online. Eso no es un problema en sí, pero sí lo es cuando todo se hace a través de una pantalla. Hay ocasiones —más de las que se piensa— en las que reunirse en persona marca una gran diferencia.
Y no hace falta tener una oficina propia para lograrlo: hay espacios de coworking que se pueden usar de forma flexible, y que son perfectos para reuniones puntuales o encuentros importantes. Mitreworkspace, que es una empresa que cede espacios coworking para reuniones, nos explica, por ejemplo, que cada vez más profesionales y empresas sin oficina física recurren a estos espacios para ofrecer una imagen más cuidada, tener privacidad y evitar las distracciones del entorno doméstico.
Pero no son las únicas razones que importan. Déjanos darte algunas más:
Conexión directa y auténtica
Cuando dos personas están frente a frente, la conversación es otra. No hay retrasos por la conexión, no hay cámaras apagadas, no hay silencios raros por problemas técnicos. Solo están las personas, hablando y escuchándose.
Estar en el mismo espacio cambia la forma en que nos comunicamos. Podemos ver las caras, leer gestos, notar si alguien está incómodo o animado. Todo eso ayuda a entendernos mejor.
Además, cuando alguien se toma el tiempo de ir hasta un lugar para reunirse contigo, está diciendo, sin palabras: “esto me importa”. Esa intención se nota y se valora.
Trato cercano que genera confianza
Reunirse en persona genera cercanía. Y la cercanía crea confianza.
Un cliente lo nota enseguida: si una empresa se toma el tiempo de verlo cara a cara, lo hace sentir valorado. Es más fácil confiar en alguien a quien has conocido en persona, a quien has mirado a los ojos y con quien has compartido un momento real.
En las reuniones presenciales, también es más evidente si alguien está prestando atención de verdad. El contacto visual, el tono de voz, los gestos… todo ayuda a saber si hay interés genuino. Y cuando hay confianza, las relaciones duran más.
Comunicación más clara y eficaz
Por buena que sea una videollamada, no se puede comparar con una charla cara a cara. En persona, la comunicación es más clara. Las dudas se resuelven al momento, se entiende mejor lo que se dice y los malentendidos se reducen.
Además, las ideas fluyen más. En una reunión presencial, muchas veces aparecen sugerencias o soluciones sobre la marcha. Hay más espacio para conversar sin rigideces. Y si algo no queda claro, se nota enseguida y se puede aclarar ahí mismo.
También es más fácil organizarse: todos están atentos, se toman notas, se confirma lo que se ha dicho. Es más natural, y muchas veces más efectivo.
Atención plena y menos distracciones
Durante una videollamada, es tentador revisar el móvil, contestar un mensaje o seguir con otras tareas. En cambio, cuando estamos en una reunión presencial, lo más normal es que prestemos toda la atención a lo que se está hablando.
Eso mejora la calidad de la reunión. Al estar más concentrados, se escucha mejor, se participa más y se avanza más rápido. También se nota un mayor respeto por el tiempo de los demás.
La presencia física genera una especie de compromiso. No es solo estar: es estar de verdad. Y eso cambia mucho el resultado de cualquier conversación.
Facilita acuerdos y decisiones
En persona, es más común cerrar acuerdos. Se puede preguntar en el momento, aclarar puntos, negociar condiciones. Y como la comunicación es más directa, todo fluye mejor.
Además, nadie quiere salir de una reunión presencial sin avanzar. Por eso, hay más presión (de la buena) para concretar cosas. Las decisiones se toman con más seguridad.
Y si hay alguna duda o resistencia, se nota enseguida. Un gesto, una pausa, una mirada… todo puede indicar que algo no va bien. Y eso permite corregir el rumbo a tiempo.
Ayuda a construir relaciones duraderas
Ver a alguien en persona permite conocerlo mejor. No solo por lo que dice, sino por cómo lo dice, cómo se mueve, cómo reacciona. Esa información extra ayuda a construir vínculos más sólidos.
Con el tiempo, esas relaciones son las que hacen que el trabajo funcione. La confianza no se construye solo por correos o llamadas. Se fortalece con momentos compartidos, con tiempo cara a cara.
Y cuando hay una buena relación, todo es más fácil: se trabaja mejor, se resuelven conflictos más rápido, y se crea un ambiente más sano.
Beneficios para el medio ambiente (sí, también los hay)
Aunque parezca contradictorio, las reuniones presenciales pueden tener un impacto positivo en el medio ambiente si se organizan bien:
- Menos dispositivos encendidos: una reunión presencial implica menos consumo energético por pantallas, cámaras, micrófonos y servidores conectados constantemente.
- Más eficiencia en los encuentros: una reunión presencial suele durar menos y ser más concreta, lo que reduce la necesidad de repetir sesiones virtuales que consumen recursos tecnológicos y energéticos.
- Fomenta el transporte colectivo: muchas reuniones presenciales, especialmente las que se realizan en oficinas o centros de trabajo, permiten compartir medios de transporte o agrupar varios encuentros en un solo desplazamiento.
- Reduce la obsolescencia tecnológica: si se depende menos de herramientas digitales, también se reduce la presión por renovar equipos y dispositivos constantemente, lo que alivia el impacto ambiental de la producción tecnológica.
Obviamente, no se trata de hacer todos los desplazamientos posibles. Pero cuando una reunión presencial se hace con sentido, puede ser más ecológica de lo que se cree.
Fomenta la creatividad
Cuando estamos juntos en una sala, pasan cosas que no pasan frente a una pantalla. Podemos usar una pizarra, pegar notas, dibujar ideas. Todo eso estimula el pensamiento.
Muchas veces, las mejores ideas salen de un comentario fuera de tema, de una risa compartida, de una pausa para tomar un café. Ese tipo de momentos espontáneos son mucho más fáciles en persona.
También se siente mejor la energía del grupo. Y esa energía puede ser justo lo que se necesita para salir del estancamiento o pensar algo nuevo.
Impulsa el trabajo en equipo
Cuando un equipo se ve seguido, la dinámica cambia. Se conocen mejor, se entienden más, se apoyan entre ellos. Eso mejora mucho la forma de trabajar.
Trabajar en equipo no es solo cumplir tareas. Es saber quién es el otro, cómo piensa, cómo se comunica. Y eso se logra más fácilmente compartiendo espacio, aunque sea de vez en cuando.
Además, los malentendidos se resuelven más rápido. Algo que por chat puede sonar mal, en persona se puede hablar con calma y aclarar sin problema.
Ayuda a identificar problemas antes de que escalen
Cuando las personas de un equipo se ven seguido, comparten más que trabajo. Comparten historias, formas de pensar, chistes, valores. Y eso construye una cultura de empresa real.
La cultura no se crea con normas escritas, sino con lo que se vive cada día. Un café antes de empezar, una charla rápida después de la reunión, una anécdota durante el almuerzo… Todo eso une al equipo.
También se crean costumbres y formas de hacer las cosas que terminan dando identidad a la empresa. Pequeños detalles cotidianos que fortalecen el vínculo entre compañeros y hacen que trabajar sea más agradable.
Y cuando hay una cultura fuerte, se nota: hay más motivación, más compromiso, más sentido de pertenencia. Se colabora mejor, se enfrentan los retos con más ganas y todos reman hacia el mismo lado.
Fomenta la cultura de empresa
Cuando las personas de un equipo se ven seguido, comparten más que trabajo. Comparten historias, formas de pensar, chistes, valores. Y eso construye una cultura de empresa real.
La cultura no se crea con normas escritas, sino con lo que se vive cada día. Un café antes de empezar, una charla rápida después de la reunión, una anécdota durante el almuerzo… Todo eso une al equipo.
Y cuando hay una cultura fuerte, se nota: hay más motivación, más compromiso, más sentido de pertenencia.
Motiva y mejora el ánimo
Por último, pero no menos importante, verse en persona puede ser muy bueno para el estado de ánimo.
Rompe con la rutina de trabajar solo, permite ver caras conocidas, compartir risas o preocupaciones. Incluso si el tema de la reunión es difícil, estar acompañado ayuda a llevarlo mejor.
Sentirse parte de algo, sentir que los demás también están ahí, da energía. Motiva. Y eso, al final, mejora el trabajo y también el bienestar personal.
Además, conversar con alguien en vivo, sin pantallas de por medio, ayuda a reducir la sensación de aislamiento. Nos recuerda que no estamos solos, que formamos parte de un equipo real.
Las reuniones online han llegado para quedarse, y pueden ser muy útiles
Pero no hay que olvidarse de lo valioso que es reunirse en persona, porque nada reemplaza el valor de estar juntos, aunque sea solo un rato.