Mente sana, cuerpo sano. Mantra por excelencia que define la esencia de la buena salud, tanto física, como espiritual. Es un hecho científicamente demostrado que, una buena salud espiritual, conlleva una buena salud en general. Mantener el alma y el cuerpo alineados de manera que encontremos un equilibrio emocional y psíquico al mismo tiempo, es la clave para lograr una vida plena. Expertas en el mundo de la espiritualidad como Maite Doménech, formadora en tantra, añaden que además, la energía sexual ayuda a alcanzar esa plenitud. No en vano, la práctica tántrica conlleva una liberación sexual a nivel espiritual que debería ser más comprendida por la sociedad occidental, donde lo espiritual queda siempre relegado a un segundo o tercer plano.
Si nos preguntamos porque llevar de una vida espiritual plena resulta saludable, encontramos una respuesta muy sencilla: la felicidad propiamente dicha, es en sí, curativa. Hablamos de una felicidad exenta de ataduras o dependencias ajenas y externas, eso que llamamos desapego y que, genera una sensación liberadora y de gran poder y control sobre la vida y la salud. Una experiencia espiritual, suele ser el camino más directo hacia esa felicidad plena y libre de dependencias.
Son cada vez más los estudios llevados a cabo y las investigaciones realizadas que sacan como conclusión que, poseer o adquirir una fe determinada (la que sea) y vivir una vida espiritual o religiosa intensa, invita a tener una vida más larga, padecen menos enfermedades y sus recuperaciones ante las mismas, no más rápidas. Además de que padecen menos estrés y ansiedad frente a las dificultades que presenta la vida y las situaciones críticas que nos acontecen como puede ser la muerte de un ser querido, los accidentes, dramas familiares o situaciones negativas de cualquier índole. Estos hechos, han sido utilizados como argumento para diversos objetivos no siempre clasificables como sanos. Desde el proselitismo religioso hasta la manipulación y culpabilización de personas enfermas.
Un análisis de los procesos que, en apariencia, inducen a tener una vida más larga y saludable, conforme a las investigaciones realizadas han dado como conclusión, algunos puntos a tener en cuenta sobre la espiritualidad y la curación. A través de esas conclusiones se observa la conexión existente entre espiritualidad y curación.
Espiritualidad y curación
Si nos damos un repaso por la historia de la humanidad, podemos comprobar como la religión y la espiritualidad, han llevado al ser humano a numerosas disputas y contiendas, de forma desmedida y desproporcionada en según que ocasiones. Es un hecho que hay que tener presente, del mismo modo que hay que reconocer que los que llevan al extremo esas creencias para convertirlas en guerra y sangre, más que espirituales y religiosos fervorosos, seguramente eran un poco dementes.
Lo que si resulta verdaderamente cierto, es que las religiones más espirituales. Esas tradiciones, generalmente procedentes de oriente, predican la paz espiritual y lo llevan a la práctica de manera saludable, sin increpar a otros o tacharles de enemigos de la fe. Si algo nos enseña el camino de la espiritualidad, con independencia del objeto en el que se deposite esa fe, es la libertad de credo, el respeto por los demás y por uno mismo y como la búsqueda en nuestro interior, nos lleva más lejos que la búsqueda de lo excepcional en otras divinidades.
En conclusión, las enseñanzas espirituales, conllevan una serie de factores que, bien llevados, procuran un mejor estado de salud general.
Los hábitos sanos llevan a una vida sana. Muchas religiones prohíben o desaconsejan abiertamente el consumo de alcohol, tabaco y drogas. Otras, eliminan la carne de la dieta. En general, invitan y animal a mantener una vida sana y cuidar el cuerpo como si del cuerpo de Dios se tratara. Lo que viene a ser una manifestación de la vida.
Por otro lado, las personas religiosas y espirituales, suelen gozar de una vida comunitaria bastante sólida. Sin conocidas sus reuniones en templos, iglesias o centros de diversa índole donde practicar sus enseñanzas, compartir experiencias, brindándose apoyo en los momentos necesarios y ayudándose entre sí. Es de sobra sabido que la soledad puede hacer caer en depresiones y enfermedades, en tanto que saberse arropado ayuda al bienestar físico y emocional.
Está amplia y científicamente demostrado que prácticas espirituales como la oración y la meditación, influyen directamente en la salud, promueven la relajación tanto física como psíquica y fortalece el sistema inmune.
Es también sabido que la actitud ante la vida, fortalece o debilita. La práctica del perdón, elimina odios y resentimiento que nos hacen sentir mal, la compasión universal o amar al prójimo, son actitudes personales de paz y bienestar emocional que benefician directamente a la salud. Estar en paz con uno mismo y con los demás, reduce la presión arterial y mejora las funciones del organismo. El buen rollismo es una actitud y una forma de vida muy saludable.
A su vez, los conceptos de esperanza, fe y optimismo que lanzan las creencias espirituales y religiosas, influyen en la recuperación ante la enfermedad. Escuchar al propio cuerpo ante una enfermedad y tomar en consideración los mensajes que nos transmite, conllevan la realización de cambios que promueven la curación y la prevención de las enfermedades.
Practicar meditación, induce estados de relajación física que aceleran los procesos curativos, debido al descenso de los niveles de cortisol, la mejora del flujo sanguíneo y las funciones del sistema inmune. Además de que los estados de conciencia alterados que inducen ciertas prácticas espirituales, relajan las barreras internas que facilitan el flujo de energía.
Todos queremos ser felices, la espiritualidad es un atajo
Esta es otra realidad irrefutable: queremos ser felices. La cuestión es que no sabemos como hacerlo de manera eficaz y caemos en el error de la felicidad instantánea que nos produce algo en concreto, en lugar de perseguir un estado de calma que nos permite ser felices sin más.
Valorar todo aquello que tenemos en lugar de anhelar aquello de lo que carecemos, produce una sensación de bienestar que resulta curativa. Lejos de potenciar el conformismo, el agradecer lo que tenemos, refuerza la confianza y confiere fuerzas, física y mental, a la hora de conseguir alcanzar nuevos logros.
Uno de los sentimientos más poderosos es el del amor que potencia la práctica espiritual, ha demostrado ser una de las prácticas más poderosas para convertirse en la causa más potente en personas que sufren enfermedades, supuestamente terminales.
La ciencia médica de la India, el Ayurveda, recuerda que la felicidad en si misma, es curativa. Mientras que los seres humanos, gustamos de esa tendencia al estrés, muchas veces gratuito pues no hay necesidad, y causarnos enfermedades ante esa supuesta búsqueda de la felicidad en los trabajos, el dinero o una casa mas grande, nos olvidamos de que existe un atajo directo que nos lleva a un estado de felicidad más profundo: el agradecimiento por la simple existencia.
Como bien predican las enseñanzas budistas, la felicidad sin ataduras o dependencias de lo externo, conocido como el desapego, generan esa sensación liberadora que otorga poder y control sobre la propia existencia y, por lo tanto, sobre la salud en general.
Independientemente de que exista una práctica religiosa detrás o no, lo que resulta inteligente es hacer uso de los estados de conciencia, llevar unos hábitos de vida saludables, encontrar apoyo en los grupos y colectivos y, por supuestos, hacer valer los recursos internos y espirituales para lograr una vida más larga, sana, plena y feliz.
En conclusión, se trata de un hecho. La creencia de que la espiritualidad es saludable y ayuda a ser mejor persona y tener una mejor condición física y emocional, ha sido ampliamente demostrada, convirtiéndose en una certeza. No se trata de que unos pocos privilegiados con mentes prodigiosas alcancen el nirvana. Es algo mayor que todo eso.
Cada vez son más las personas que se unen a las diferentes corrientes espirituales y gozan de una plenitud mayor. Eso se traduce en personas más sanas, sobre todo a nivel espiritual. Mas bondad en el mundo, menos caos y menos ambición. Aunque todavía, queda mucho por aprender y son muchas las personas escépticas, la comunidad científica, avala muchas de las teorías al respecto.
Solo hay que mirar a los países menos desarrollados, en los que la espiritualidad es la bandera que rige su existencia como la India o Nepal, donde su religión, permite que vivan la pobreza con naturalidad y sin desesperanza. Asumen su realidad, viven conforme a ella y trabajan en su día a día sin anhelar grandes cosas. Lo importante es la vida en sí, no las comodidades ni riquezas materiales.
Si miramos a occidente, donde las religiones son más materiales que espirituales en gran medida, comprobamos un mayor índice de insatisfacción, enfermedades de todo tipo y sobre todo, infelicidad. Todo ello a causa de una inherente necesidad de tener más, poseer más y ser más.
Esta claro que, siendo creyente o no, el bienestar espiritual, implica una mejora a nivel emocional y psicológico. Esto redunda en las cuestiones físicas y en la manera de afrontar las adversidades, lo que inevitablemente, lleva a la felicidad y la buena salud tan necesaria para disfrutar de la vida.